Cuervo Inconsciente

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Fuente: blackisthenewgod.tumblr.com

El aire casi congelado se escapaba tras las puertas abiertas de par en par, como sí en el interior existiera una clase de peligro invisible que pudiera hacerlo calentar. Mi reloj gira intensamente marcando el paso a paso del tiempo, que hoy, nos deja a todos sin darnos cuenta.

Tras cruzar las desgastadas puertas de aluminio gris desteñido, todo pareciera estar en calma. Un gran espacio de adoquines blancos se desplazan frente a mi para rápidamente atiborrarse de mesones metálicos largos, computadoras que en la penumbra proyectan la escasa luz del recinto, carritos pequeños de tracción manual cargados con jeringas de distintos tamaños, motas de algodón que no es de dulce, pequeños frascos, casi de mentira, que contienen los químicos letales, bolsas con agua, y otras cosas más.

Junto a sus paredes lo que ellos llaman camas, contiene humanos que yacen tiesos, casi como sí estuvieran bajo algún opioide. Pareciera ser que en la omnipotencia el creador de estos objetos fríos, endebles e inhumanos, nunca jamás reposó su cuerpo en la comodidad de una suit de un gran hotel en la ciudad.

Son casi las siete y debemos juntarnos, como cuervos frente a aquellos cuerpos, para dar parte de lo sucedido durante la larga noche. Ayer, un hombre de más de 60 años decidió burlarse de nosotros y presionarse al extremo hasta que su sangre subió intensamente intentando vencer resistencias como cuando los aviones despegan y rompen los vientos, sólo que esta vez, el viento eran sus estropeados vasos. A otro, <<el jeringómano>> que se le ocurrió flagelarse con ellas al punto de perder la consciencia, había pasado bien su noche y pronto saldría a las calles iluminadas donde volvería a hacer lo mismo. Seguramente volverá.

Al fondo, las personas que parecían tener un cuerpo formado de carne cecina. Personas delgadas, como sí los tejidos les faltaran o les hubiesen sido arrancados de sí. Su aspecto no da las mejores impresiones, debo decir, más bien pareciera ser que sus días están por terminar. Al otro lado, las mujeres, siempre presentes, nunca coherentes. Ahí, rezan inconscientes sumidas en las dulces aguas del sueño. Aquí sí que las cosas se ponen aún peor, los olores braman como sí fueran igual de agradables a los perfumes de las grandes casas de moda parisinas. La realidad es otra. Putrefacción. Algo aquí se descompone, y no creo ser yo.

Una vez más el recorrido nos trajo aquí. El ambiente de este cuarto que fue bautizado <<críticos>> parece aún más denso. Sus paredes angostas de un blanco desteñido se extienden hasta colapsar en una nueva mesa caóticamente inoxidable que se aloja al final de la habitación. Inconsciente sus residentes se debaten entre lo que llamamos ventilador, y no es precisamente uno de eso que nos abanican en el verano. Los tubos alojados hasta lo más profundo del pulmón  los mantiene con vida. A otros, las extensiones repletas de agua inundan sus venas a tal punto de bailar bajo la música de su viejo marca-paso. Ahí también los rezan, no precisamente el sacerdote.

Aquel paso bien la noche, grajearon, aunque su cuerpo irreflejo y flácido parecía indicar lo contrario. El dos, pasó a mejores. Su máquina de bombeo entro en protesta y su sangre no quiso correr más, de seguro estaba cansada. A éste, finalmente, los dioses del cerebro lo vieron, pero tampoco hicieron nada. Pasó bien su noche, en la fría cama, sin una pequeña sábana, pero así lo aseguraban.

Aquí finaliza la inconsciencia de la rutina, en esta esquina. Aquí inicia, tal vez, lo consciente del día, del encuentro, del fenómeno irracional que me invade al querer saber más, hacer más, de ser más yo, de ser menos como ellas, de grajear menos.

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