Carta a un desconocido.

Hace un tiempo atrás alguien traspasó la barrera de la cordialidad y desde muy dentro trajo a la luz sus lamentables momentos, fuertes, llenos de ira y arrogancia, un debate existencial enorme en si mantener o no en pié la Torre de Babel. En tiempos pasados, la balanza siempre se mantuvo neutra, todo tenía un toque de dulzura, de calidez, de pulsátiles besos, intimidad desenfrenada, hasta qué simplemente se tambaleaba, las crisis surgían, las lágrimas arribaban, y todo se transformó en caos. Momentos críticos, de mucha lluvia pero dónde la esperanza y la perseverancia primaron sobre toda las cosas; y no siendo hasta que una gran bofetada propinada por la vida les asió de sorpresa, qué estos personajes deciden poner en pié de nuevo la Torre. 

Hoy ya es un momento lejano, de aquellos tormentosos días, y suceden cosas maravillosas. Hace tan solo unas noches, de esas calurosas donde desnudos yacían en su cama, su voz le llegaba torrencial, cálida y susurrante para decir que esto era lo que siempre había querido vivir.  Llegó su voz como una bocanada de fuego, porque nunca pensaron que fuera a suceder, no se era racional, real, vivencial. Se sintetizó a un mínimo porcentaje. Rara vez, y ahora que los cánticos rezar «te amo» entre besos y entre las papilas gustativas, donde cada palabra toma sabor y fuerza. 

Pero el camino fue de aguas pantanosas. Se volvió una isla, rodeada de un desértico mar. El miedo recorrió sus venas. El miedo nubló su consciencia. El susurrar se volvió gutural, aberrante, distante, gélido. Se suspendió en el tiempo hasta transformarse en abrasivo. Lesionó su piel, apuñaló el alma. Ahí quedó el vivamos juntos, ahí yació el cuerpo sólo en aquella cama. Ahí fue desplomada la Torre. Ahí fue donde las obras fúnebres se llevaron a cabo para sepultar aquel viejo amor. 

F20.3

<<Piru-riru, piru-riru>>, son las primeras palabras que se difunden en los extensos pasillos del asilo durante la mañana. Provienen de una de las habitaciones del lugar. 20.3 reza un pequeño cuadro azulado con blanco ya demacrado y desvanecido por el tiempo. En su interior, dos camas color crema descascarado, ubicadas a cada lado, dan cuenta de la existencia de sus habitantes. La luz de la mañana se filtra parsimoniosa y mortecina a través de las raídas cortinas azul celeste envuelta en los ruidos atiborrantes de la ciudad. 

Su habitante es una mujer de cabellos negros densos, ondulados y descuidados. Su tersa piel clara data de una edad que se aleja del treinta pero no alcanza aún el cuarenta. Su vestido, que proviene de lo que otros dejan en el olvido intencional, se ciñe a su cuerpo de formas extrañas que parece a ella poco importarle, abultado hacia adelante, que por momentos se enrosca sobre sí, como esas pretenciosas persianas que se instalan en las lujosas oficinas de la ciudad. Su consciencia se debate entre las realidades que ella misma a creado para sí, al igual qué muchas de sus compañeros de piso, y las realidades que nosotros mismos hemos creado para ella.

<<¿Me das un poco de cafecito?>> singularmente son las palabras que se recalcan a diario en un discurso coherentemente bramado entre los sonidos guturales de nuestras más inquietas risas. Su obsesión la hace particular, pues para nosotros por momentos tierna, hilarante y angelical, y por otros, fiera, testaruda y peligrosa. 

El reloj digital de la estación marcan las 10 horas del día, y al momento, ella, se ha acercado innumerables veces a recitar sus pedidos: <<Dame cafecito con azúcar; ¡Ay! dame una hojaldrita>> mientras se aleja tras el rechazo con un corto «Piru-riru». Sus técnicas son claras, ser seductora y coqueta con aquellos que tienen lo que desea, ser dura y agreste con aquellos que se niegan a complacerla. Hasta que lo consigue. Toca la puerta, el consultorio se le abre y el público yace por un leve coqueteo, triunfante devora en un abrir y cerrar de ojos, los pocos mililitros que ha conseguido. 

Su sonrisa es de oreja a oreja, a pesar de sus dientes descuidados y desprolijos; dando cuenta de su gran triunfo, haciendo una oda a su gran hazaña, como diciendo ¡Me dí a mi crapulencia! pero lo que no sabe es que sus días de seducir han llegado a su fin. A lo lejos se retumban los sonidos de una sirena electrónica haciendo un conteo regresivo sobre los minutos que nos queda de su presencia. 

Un singular auto blanco con forma cúbica espera a las afueras. De él, un grupo de sujetos vestidos iguales descienden en una marcha casi similar, irrumpiendo los vientos propios del espacio. La toman, casi como una prisionera de una guerra imaginaria, de esas qué ella misma recrearía en su cabeza, una guerra imaginaria que en la tangible realidad le haría bramar sin censura: <<¡Policía! ¡Policía!>>,  <<Piru-riru, piru-riru>>, <<¿Me das un poco de cafecito?>>, <<¡Policía! ¡Policía!>>, <<Piru-riru, piru-riru>>. Pero en esta realidad le diríamos <<Paranoica>>, <<Loca>>, <<Necesita doscientos o trescientos de esto o de aquello>>, <<Ponle una inyección de las que nos da sueño y tranquilidad>>. Nuestra realidad es otra. No habrá más aquellos sonidos irrumpiendo nuestra efímera realidad, no habrá más aquellos inusuales pedidos de otras realidades paralelas. Se cierran las puertas, mientras el hule de las rudas deja pequeñas señas en el pavimento mientras a lo lejos desaparece. Ahí se fue ella. 

Recopilación de estados II

Ciertamente ser leído es un poco difícil, pues hoy día que el iris y la retina se fijen en algo parece casi imposible. Sin embargo, no me rindo. En esta ocasión, avanzó en una nueva recopilación de mis estados, principalmente aquellos escritos a los amores del viento:

Tomar el avión y descender en el mar. Sumergirnos en las olas hasta llegar a la playa, secarnos con la brisa del caribe colombiano, dejarnos mecer en su mar. Prometernos amor eterno al sol, prometer permanecer juntos a la luna. 20 de abril 2014.

Los viajes en el mar, continúan, se acentúan.

Yo fui aquel Marinero de barbas largas que decidió algún día surcar estas aguas desconocidas, las hice mías. Luche contra calamares gigantescos, orcas enormes que me golearon con fuerza, y justo, cuando en la playa he anclado, al mirar atrás, el barco se ha ido y con él mi bitácora de muchos recuerdos y aventuras. 11 de abril 2014

Esa mañana nuestros pies se fundían en la arena, mientras el brillante astro bañaba nuestros cuerpos. Al fondo, el crepitar del Mar se convirtió en la banda sonora de nuestros besos y suaves caricias. 3 de julio de 2013

 Una vez más la noche nos habita, nos enamora:

¿Sabes que es lo lindo de la noche? Que en las estrellas del firmamento puedo divisar tu sonrisa, a través de los destellos de la Luna siento tus suaves caricias. Lo lindo de la noche es qué en ella nos perdemos, mis pensamientos vuelan y nos llevan, el tiempo se detiene para nosotros, para amar, para ser. Lo lindo de la noche es qué ahí estás tu. 19 de septiembre 2014

Finalmente, el tiempo lo dijo todo y a la vez nada:

No encuentro las razones para levantarme ahora que no estás. No logro encontrarme cada vez que pienso que ya no estás. Me duele el alma y me llora el corazón ante tu ausencia, me entristece pensar que no hubo un mañana. No hay posibilidad de que te vuelvas el arquitecto de nuestras vidas, que reconstruyas uno a uno aquellos sueños que se desplomaron. No habrá médico o enfermera que pueda sanar las heridas que nos quedan. No habrá Nitrógeno, Mercurio u Oxigeno que con tu química logre borrar el pasado, pero tal vez si puedan regresarnos al presente. 17 de junio de 2014

Ojalá te pudieras medir la Presión Arterial para que te dieras cuenta qué tu Sístole no puede existir sin mi Diástole. 19 de septiembre de 2014

Recopilación de Estados I (Ver)

Acrotomofilia

11846571_10153440464009693_927608581699110510_n

Imagen tomada de: http://www.tumblr.com

Tras divorciarse de su segunda esposa Mary Jane, una holandesa rubia de ojos claros como el cielo del verano, de prominentes senos y que casi logra arruinarlo al alegar adulterio como fin último de su matrimonio, los días para Raúl transcurrían tras el viejo escritorio caoba al fondo de una extensa oficina de una vieja escuela de jóvenes marginados. En ella, sobre unos raídos asientos gris con pequeñas betas blancas y negras pasaba sus días, siendo un hombre letrado de cabellos ya grisáceos por el tiempo, de un cuerpo de esos trabajados en lo que hoy día llamamos gimnasios, como el de esos hombres jóvenes de cabezas y almas vacías que pululan los espacios de la ciudad exhibiéndose como trofeos de bronce de algún torneo precario. Pero ese no era su caso. A finales de los noventa terminó en una lejana universidad sus estudios que hoy lo tienen en aquella posición. Desde entonces, sus días se han convertido en un vestigio de lo que no debería ser. Con el colapso final, Raúl descubre para sí que tal vez las mujeres no son para él y los días venideros transcurrieron en una paz inquietante, ligeramente alterada por el paso de los días.

Luego de un extenso invierno,  sus problemas con el azúcar se complicaban al punto de no percibir las dolencias que le aquejaban, cada vez su cabeza parecía transportarse a un doloroso lugar fuera de su cuerpo, las visiones entre cortadas que le recordaban su juventud en los años ochenta tras largas horas de pasar en parques fumando hierbas de esas pequeñas pipas. Una mañana de febrero a finales de los noventa, mientras la lluvia se deslizaba dejando su huella en a los cristales de la ventana única de su despacho,  descubre aquello que sin más cambiaría su historia: en sus últimos días de la soledad le privaron la vista, su memoria, su consciencia, su vida. Tras un inconsciente sueño, descubre que está en lo que aparenta ser un hospital local y que parte de su anatomía no existe: la pierna derecha le ha sido profanada.

Asido a una estructura metálica que se convertía en su tercera extremidad o más bien a una nueva que sí lograba alcanzar los adoquines empotrados en el piso, supliendo aquella que le fue arrebatada en una épica batalla campal entre las moléculas del azúcar, la insulina y la cierra quirúrgica que algún médico blandió sobre él. Deambulando en una marcha inestable y torpe por los pasillos del claustro de apenas unos pocos metros cuadrados de distancia, con sus paredes de un deprimente color verde carente de esperanza, con tan siquiera unos 10 empleados, que se colmaba cada año de jóvenes de distintas edades sin ninguna particularidad, así vivió su nueva vida.

Una multitud de jóvenes  que poblaban la institución aquel viernes invernal, y Miguel que provenía del sur de América, con tan sólo 18 años destacaba entre ellos al alcanzar metro con ochenta centímetros de altura.  Sus cabellos castaños y rizados databan de su natalidad salvaje, rebelde y propia de su edad, enmarcada en sus penetrantes ojos marrón. Desde su recinto, Raúl le observaba en el diario caminar  en su  usual camiseta estampada que aduras penas cubría sus hombros, dejando al descubierto sus brazos. Vestía un pantalón crema que solo alcanzaba sus rodillas, dejando al aire unas delgadas piernas hirsutas. Ese invierto para Raúl se transfirió a su vida propia, la que había perdido, esa vida donde degustar de las mujeres se volvió tormentoso y desagradable, y absorto en su trabajo,  su vida yacía muerta y a la vez viva por aquella escuela. 

Desde allí, con ojo aguileño le observa, y su virilidad se notaba mientras el joven corría. Y en su observación seductora, unas instrucciones gritadas al viento llamaron la atención de él, quién un atardecer, le abordó en su prisión. Ahí, en lo acalorado de sus cuerpos, sin innecesarias palabras sus manos fueron deslizando en el cuerpo del otro, a su interior, rozando su piel y sintiendo toda su hombría. Yacidos ahí, en el recinto, lucían perturbados, elevados a otro mundo,  su consciencia volaba a un mundo donde Miguel yacía inmóvil en una silla de su oficina, mientras le recorría con caricias su extremo inexistente.

El sexo a ambos les palpitaba al compás de la lluvia, sus ojos tornados en blanco inquietos, enfermizos, mostraban su nivel de perversión. Miguel, le observaba los vestigios de lo que alguna vez sujetó su pierna, se deleitaba con aquella línea extensa, arrugada y abultada que daba cuenta del paso de un hilo que intentó unir la piel en ambos extremos. Miguel se abalanzó de rodillas, llevando hacía sí aquel muñón, devorándole por completo, mientras para Raúl su cuerpo dejaba de responder a la razón, se retorcía en el más íntimo momento de movimientos tónicos y clónicos que inundaron el lugar, hasta que sin más su boca dejó bramar un lacónico alarido intenso, contenido que denotaba antigüedad, dejó, entonces, sus líquidos internos correr hasta inundar el suelo. 

Al abrir sus ojos, la luz de las lámparas le encadelilló, trató de reaccionar la razón cuándo los golpes no se hicieron esperar tras la puerta. Perfiló sus ojos e intentando incorporarse. Sin aviso, su asistente violentó la extasiante calma que se vivía en el lugar. Él intentó cubrir, limpiar todo rastro de lo ocurrido, la inutilidad de sus piernas, la inconsistencia de sus movimientos, para finalmente darse cuenta que no había nada en aquel recinto, salvo él y acromatofílica vida. 

11846571_10153440464009693_927608581699110510_n

Imagen tomada de: http://www.tumblr.com

Clara

Clara es la luna que se izaba deslumbrante en el despejado cielo nocturno de la ciudad. Clara también es una mujer extraña, entrada en la sexta década de su vida, una mujer poco agraciada de curtidos dientes y desgastados lentes que parecen haber sido aplastados por uno de esos pesados camiones de carga.

Clara no es su consciencia mientras llega al servicio vociferante, irracional, con las ideas laxas y extrañas. Hoy su cabello luce más enmarañado que la última vez, pareciera tornarse más cano con el paso de los días. Su padre, un hombre de avanzada edad le acompaña junto a su réplica casi exacta. Inicia su relato que parece casi fabricado, describiendo sucesos casi irreales de voces que nunca se escuchan, de soliloquios, de persistentes ideas instauradas en su mente; mientras que Clara deslumbra con su velocidad al producir palabras que en síntesis no dicen nada pero logran callar a su padre y a cualquiera que intente enfrentarle.

-¡Doctorcito! ¡Doctorcito! – exclama en su euforia habitual-. ¡Doctorcito! es que estoy por cumplir años y aún me preservo virgen. ¡Doctorcito! ¡Doctorcito! ¡Doctorcito!

Ahí iba un mar de sonidos que se escapan de su boca entre pequeñas partículas de lo que parece ser su saliva. El espacio se llenada de sus ensordecedoras palabras sin sentido o propósito alguno. Su relato se mueve entre historias de un pasado fantástico, de cuentos de hadas, pero traumático,en una realidad absurdamente creada en su inconsciencia.

Intentar calmarla se vuelve imposible y agotador. Parecían horas mientras ahí permanecíamos en el pequeño cuarto de entrevistas. Sus palabras se expanden de oriente a occidente frente a un pequeño escritorio marrón que me permite encender el ordenador, entre paredes de un raído verde ya acabado con el paso de los años. Frente a mi, en las sillas, se apoltronan Clara y su padre, en intentos de conseguir mi ayuda. Una nueva historia está por comenzar.

-¡Doctorcito! ¡Doctorcito! ¡Pero escúcheme! Queríamos hacer una fiesta pero mi papá no nos dejó. Por qué nosotras seríamos Ingenieras, Enfermeras, Doctoras. ¡Ay! ese ¡Doctorcito! ¡Doctorcito! Me ama, yo lo sé.

Asindesis, incoherencia, delirios de grandeza, crisis de llanto, crisis de locura eterna, así rezan mis notas mentales. Y así continúa la jornada que apenas inicia. Intentar escapar sería absurdo, nuevamente tendré que regresar a aquel lugar. La temperatura aumentaba, la tensión se hacía más accesible. El caos comenzaba a apoderarse de todos en el servicio. Una vez más, la poción mágica fue requerida.

En sala sus gemidos inundan el extenso pasillo. La algarabía, la risa sin motivo alguno, su anciano padre que pasea con todas sus drogas, ella poco clara, inquieta, indecisa, más allá de la incoherencia que le da su propia realidad, esa realidad extraña que la hace bonita, erótica, deseada y amada por otros, una realidad que es ajena a la mía, una realidad que nunca ha existido para nadie, una realidad que necesita de aquel elixir. Ahí retumbó entre sus sonidos, el temido uno más media inundó las paredes y el pasillo, que dio a esta pobre mujer la claridad momentánea. Ahí pues, descansa entre ojos cerrados sobre una camilla. El silencio se hizo posible.

Habitación 403

tumblr_o3xpl3zq8x1tku95fo1_540
Imagen tomada de: http://sinister-urges.tumblr.com/post/140937282482/skadario-abandoned-lines

Las cosas tomaron un rumbo inesperado,  en la 403 del hotel al final de la calle, ella se desnudaba de cuerpo y alma mientras él enfilaba sus lentes disparando sin cesar un millar de desgarradoras miradas, que en la tenue luz emanada de los focos al fondo de la habitación, se confundían en la inmensidad. Hacerla suya parecía tarea fácil, no sería la primera vez que él lo haría. Su cuerpo desnudo parecía indefenso, tetánico ante el frío que se colaba por la ventana. El invierno se izaba como la trágica historia de lo que un alegre verano había sido.

Las lluvias atiborraban las calles adoquinadas de la ciudad e impedían el tráfico ágil en todos los puntos cardinales. Horas atrás ella era un clack, clack de costosos zapatos y extensos vestidos de lentejuelas que se exponían en pasarelas casi interminables, luego de que miles de personas esclavas perecieran en el trágico intento de crearles, que le hacían lucir como una pequeña muñeca. Su caminar se inmortalizaba con los duros golpes propinados por aquellas cámaras de largos lentes y sus luces blanquecinas.

En la ostentosa habitación de hotel, mientras ella se desnudaba, sin premeditado aviso, se acercó a ella, rosó su piel blanca y tersa, y  la asió por el cuello acercándola a su cuerpo y la hizo suya. Los minutos pasaron y para ella se hicieron horas mientras que él parsimonioso recorría sin cesar su cuerpo desnudo e indefenso. Fijó sus ojos en ella, impenetrables ojos marrón, y en el va y ven de los cuerpos, rompieron en crecientes rugidos gélidos que chocaron y rebotaron en las paredes del lugar. 

La noche del 09 de marzo fue la última vez que fue visto  junto a ella. Esa noche lució como una deidad de esas del oriente repletas de artilugios que generaban un éxtasis en quien fijara sus ojos en ella, en especial esos cientos de hombres disparaban rápidamente de sus largos lentes, aquellas luces blanquecinas que en poco tiempo se esparcían por el aire. Entre la distracción creada por la bruma de la multitud, los gritos y ansias de pantalla de muchos, se logró escabullir con él.

Ese hombre que hace muchos años bajó de las montañas rocosas y heladas del sur del país, de un paisaje de contrastes, donde los cielos son surcados por aves gigantes que se pierden en el infinito y los suelos son recorridos por pequeños y pomposos animales. De eso han pasado más de quince años, ahora, radicado en una gran ciudad, viste suntuosos trajes cuando de eventos importantes se trata, pero en su diario es un hombre de zapatillas sucias, jeans muy desgastados y numerosas camisetas coloridas. Él, un hombre de mediana altura, delgado, de cabellos lacios tan negros que se confunden con la noche misma, se dedica a inmortalizar mujeres en vida.

En el silencio y la penumbra de la habitación, él yació flácido sobre el suelo, en un sórdido golpe. Algo en su interior falló, algo de su hombría falló. Ahí fue, donde su exceso de mujeres logró dejarlo, al fin, ahí inmóvil y eterno, mientras ella yacía entre sus brazos, mientras la espesa bruma su habano inundó la habitación. Su cuerpo fue hallado en la 403, lucía pálido más por el tiempo que por cualquier otra cosa, sus labios tomaron un todo azulado, sus ojos perdieron las pupilas para dar paso solo a un aspecto blanquecino. Su sangre se había secado, las moscas y otros insectos no se hicieron esperar. Su cuerpo se retorcía en una extraña posición, donde sus brazos se recogían casi queriendo darle un poco de abrigo en las noches de desesperación y frío pasadas, pero sin efecto alguno pues su piel parecía no necesitarlo más. 

Cuervo Inconsciente

11800270_590066437798010_3930090555694973706_n

Fuente: blackisthenewgod.tumblr.com

El aire casi congelado se escapaba tras las puertas abiertas de par en par, como sí en el interior existiera una clase de peligro invisible que pudiera hacerlo calentar. Mi reloj gira intensamente marcando el paso a paso del tiempo, que hoy, nos deja a todos sin darnos cuenta.

Tras cruzar las desgastadas puertas de aluminio gris desteñido, todo pareciera estar en calma. Un gran espacio de adoquines blancos se desplazan frente a mi para rápidamente atiborrarse de mesones metálicos largos, computadoras que en la penumbra proyectan la escasa luz del recinto, carritos pequeños de tracción manual cargados con jeringas de distintos tamaños, motas de algodón que no es de dulce, pequeños frascos, casi de mentira, que contienen los químicos letales, bolsas con agua, y otras cosas más.

Junto a sus paredes lo que ellos llaman camas, contiene humanos que yacen tiesos, casi como sí estuvieran bajo algún opioide. Pareciera ser que en la omnipotencia el creador de estos objetos fríos, endebles e inhumanos, nunca jamás reposó su cuerpo en la comodidad de una suit de un gran hotel en la ciudad.

Son casi las siete y debemos juntarnos, como cuervos frente a aquellos cuerpos, para dar parte de lo sucedido durante la larga noche. Ayer, un hombre de más de 60 años decidió burlarse de nosotros y presionarse al extremo hasta que su sangre subió intensamente intentando vencer resistencias como cuando los aviones despegan y rompen los vientos, sólo que esta vez, el viento eran sus estropeados vasos. A otro, <<el jeringómano>> que se le ocurrió flagelarse con ellas al punto de perder la consciencia, había pasado bien su noche y pronto saldría a las calles iluminadas donde volvería a hacer lo mismo. Seguramente volverá.

Al fondo, las personas que parecían tener un cuerpo formado de carne cecina. Personas delgadas, como sí los tejidos les faltaran o les hubiesen sido arrancados de sí. Su aspecto no da las mejores impresiones, debo decir, más bien pareciera ser que sus días están por terminar. Al otro lado, las mujeres, siempre presentes, nunca coherentes. Ahí, rezan inconscientes sumidas en las dulces aguas del sueño. Aquí sí que las cosas se ponen aún peor, los olores braman como sí fueran igual de agradables a los perfumes de las grandes casas de moda parisinas. La realidad es otra. Putrefacción. Algo aquí se descompone, y no creo ser yo.

Una vez más el recorrido nos trajo aquí. El ambiente de este cuarto que fue bautizado <<críticos>> parece aún más denso. Sus paredes angostas de un blanco desteñido se extienden hasta colapsar en una nueva mesa caóticamente inoxidable que se aloja al final de la habitación. Inconsciente sus residentes se debaten entre lo que llamamos ventilador, y no es precisamente uno de eso que nos abanican en el verano. Los tubos alojados hasta lo más profundo del pulmón  los mantiene con vida. A otros, las extensiones repletas de agua inundan sus venas a tal punto de bailar bajo la música de su viejo marca-paso. Ahí también los rezan, no precisamente el sacerdote.

Aquel paso bien la noche, grajearon, aunque su cuerpo irreflejo y flácido parecía indicar lo contrario. El dos, pasó a mejores. Su máquina de bombeo entro en protesta y su sangre no quiso correr más, de seguro estaba cansada. A éste, finalmente, los dioses del cerebro lo vieron, pero tampoco hicieron nada. Pasó bien su noche, en la fría cama, sin una pequeña sábana, pero así lo aseguraban.

Aquí finaliza la inconsciencia de la rutina, en esta esquina. Aquí inicia, tal vez, lo consciente del día, del encuentro, del fenómeno irracional que me invade al querer saber más, hacer más, de ser más yo, de ser menos como ellas, de grajear menos.

La Parca

tumblr_np63efRWpo1sl9ts5o1_540
Tomada de: http://just-my-reality-is-different.tumblr.com/post/120268672925

El pasillo que se atiborra de puertas que llevan a otros mundos como en las caricaturas que veo los domingos en las mañanas sólo que estos, en vez de llevarnos a una fantástica aventura, nos aterrizan en la terrible realidad. El servicio parecía estar más tranquilo de lo usual: pocas personas moribundas de dolor en aquel pasillo que lucían invisibles esta mañana. 

Iniciamos pasados algunos minutos de mi arribo. Una mujer de extensos cabellos curvos y grandes ojos marrón, gritaba a los vientos un sin número de nombres, problemas de las entrañas, dolores sórdidos, huesos discontinuos, pócimas benditas. Ninguna de sus caras me era conocida. El recorrido inicia la uno y terminaría en la 13. Ella canta uno a uno los nombres de hombres y mujeres de muchas edades, tatuajes, con tubos y cuerdas extensas llenas de líquido por donde la venosa cargada de la morfina llegaba a sus cuerpos para transportarlos a la más narcótica experiencia.

Salíamos de aquel cuarto, para no muy pronto adentrarnos al siguiente, uno más íntimo, de menos camas, todas ellas vacías salvo de aquella mujer dormida, aferrada a a la vida a través de cables, cintas y pequeñas <<maquinitas>> que emiten sonidos estrepitosamente ensordecedores. 

Finalmente, el recorrido terminaría entrando a un último cuarto, al parecer todo estaría normal. Sólo nos detenía una pequeña puerta de va y ven, gris y azulada. Pues ahí, sin esmero la Parca esperaba por alguno de los residentes de aquella habitación. ¿Seré yo? ¿Será él? ¿Quién será? -Me hice preguntas-. Sin respuesta alguna, parecían ser según la mujer de cabellos largos, que quien yacía sería por quién el ángel de la muerte ha venido. 

Las horas pasaron ahí en aquel cuarto, entre muchos ojos que tan solo esperaban verle hacer su mejor trabajo: robarse almas de aquellos moribundos de estas pequeñas paredes. Sin embargo, la Parca aún no iniciaba su juego. Aquí el ruido no viene de máquinas, los goteos de las soluciones cristalinas caían y caían como la lluvia para entrometerse en las venas de quién, sin pedirlo, ahí reposaba. Los ruidos cada vez parecían apagarse para dar paso al llanto. 

Alguien lloraba. ¿Por qué? No lo sé, todo apuntaba a que al fin decidió hacer su jugada, izó su brazo izquierdo, esquelético, famélico, y hurgó en sus entrañas fétidas y descompuestas por la enfermedad. Sangre, tripas, vísceras duras y blandas, era lo que su mano tocaba. Ella resistía, casi a levantar sus manos para extraer las suyas de sí. Inútil. La pantalla trazó una extensa línea sin fin. Los números marcaron ceros. Alguien lloraba, ahora más fuerte. 

Recopilación de estados

Tal vez en algún momento he soñado ser leído por un conglomerado de ojos de diversos colores y formas. Tal vez en las redes sociales lo consiga – o tal vez no-. Aquí pues un pretencioso conjunto de estados de mis redes:

 

¿Quién eres?

Tal vez el alma que encierra un sin número de recuerdos y emociones hechas sentimientos. Seguramente eres aún aquel hombre roquero que en tiempos pasados conocí. 

Tal vez hoy, aún preservas aquel curioso gesto de esconderte entre hombros cada vez que yo, sin tregua, en público te besaba, seguramente el que aún enmarca aquella sonrisa de prolijos dientes. Tal vez aún en la oscuridad añoras aquellos abrazos de media noche que a pesar del calor nos dábamos.

¿Quién eres? ¿A caso el de los burritos? ¿El de la ortografía impecable? ¿El que alguna vez soñó con ser grande? Seguramente eres aquel que con Tonight, Tonight inicia el día. 

¿Quién eres? Más allá del hoy. (26/03/15)


Y mírame aquí, yacido en la extensa cama, padeciendo la fiebre alta, el sudor en la cabeza, el escalofrío, el terror de las pesadillas. Mírame aquí, yaciendo en la soledad de la habitación, padeciendo el virus del amor (23/03/15).


La vida se trata de un vídeo-juego, siempre hay una historia central llena de mucha pasión, y a su alrededor siempre difíciles caminos y los más temibles enemigos. La vida no es sólo sentipensar, es actuar, es moverse agilmente para vencer al enemigo, a tu propio enemigo. (12/06/15). 


Decir que esto es amor es poco, es más bien una confabulación anónima de la vida, que pone a funcionar la armonía que dos personas merecen; en contra viento a caracteres, temperamentos, diferencias, pensares y sentires. Y bien que lo ha hecho, porque lograr compaginar tu persona con la mía es como querer volver homogénea una mezcla de aceite y agua. Tu me haces feliz de la misma forma en como, yo creo, te hago feliz. Y va más allá de lo material, de lo simplista, de lo bueno en la cama que podamos ser, es algo que tal vez tu no vez de forma consciente pero que sabes que ahí está y que a mi me gusta visionar como pasos agrandados que me dan la satisfacción de saber que estás conmigo. (15/06/12).

Se hizo difícil caminar entre tanto obstáculo, se hizo difícil mirar al Mar. Se hizo más complejo mirar los pequeños granos de arena que se entrelazan en mis pies, porque tú lo hacías ver más simple, veías la luz en el horizonte, sentías el paso del viento, el va y ven de las hojas, el rugir de las aguas, tu me hacías sonreír. (12/07/15).